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 El psicoanálisis frente a los síntomas sociales

 

 

Irene Beatriz Greiser
Licenciada en Psicología/Universidad de la Ciudad de Buenos Aires
Profesora adjunta de La cátedra de Psicopatología y Docente de la Carrera de Especialización en Psicología Forense de la Universidad de Ciencias Sociales y Empresariales/Buenos Aires
Miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana/Argentina
Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis

irenegreiser@ciudad.com.ar

 

 

Resumo

El artículo delimita coordenadas que orienten la intervención analítica en los síntomas que asume la subjetividad de la actualidad. Se trabaja la relación entre el síntoma y el Otro y como esa relación va modificándose. Para el psicoanálisis lo social no es anónimo. Responde al lazo entre un sujeto y el Otro. Pero la estructura del Otro cambia y los síntomas varían de acuerdo al discurso imperante. La pulsión es a-social y traza un irreductible pero cada época aloja ese plus de gozar de modo diferente. Por eso es necesario hacer un abordaje de los lazos familiares y situar la función especifica que tiene para el psicoanálisis el primer Otro, “La Familia”. El síntoma es el particular modo del sujeto gozar de su inconciente, pero cuando ese goce no pasa por el Otro del inconciente cuando se rompe ese lazo, tenemos el síntoma social. Hay síntoma social cuando se anula el lazo al Otro del inconciente.

Palabras-clave: psicoanálisis, síntoma, Otro, goce.

 

   
 


The psychoanalist in face of the social symptoms

Abstract

The article orients the analytical intervention in the symptoms that the current subjectivity assumes. It works the relation between the symptom and the Other and how this relation was modified. For psychoanalysis the social is not anonymous. It responds to the bond between a subject and the Other. But the structure of the other changes and the symptoms vary according to the discourse of the Other. The drive is non social and it traces something not reductive. Nevertheless, each time holds the more joy in a different way. That is why it is necessary to make an approach of the family bonds and situate the specific function that the first Other, which is the “family complexes”, has for psychoanalysis. The symptom is the private way which the subject has joy in his unconscious but when this joy does not pass through the Other of the unconscious, when this bond is broken, we have the social symptom. There is social symptom when the bond with the Other in the unconscious is annulled.

Key words: psychoanalytical clinic, unconscious, social symptoms, Other, joy.

 

 

Es un hecho comprobable la extensión que la práctica del psicoanalista tiene hoy por hoy; ella no se limita al consultorio, los analistas están en los juzgados, en las escuelas, en los centros de atención al menor, en las cárceles etc. Por ello mismo a la hora de intervenir en dichos ámbitos es importante saber desde donde intervenir, para que nuestra práctica no quede diluida ni confundida con otros discursos sino que conserve los principios rectores que hacen a su ética.

El presente artículo constituye un intento de trazar las coordenadas que orienten la intervención analítica en los síntomas que asume la subjetividad de la actualidad.

Toda intervención analítica en el campo de lo social requiere de una operación en la cual el sujeto debe de ser extraído de ese campo. El psicoanálisis como procedimiento es una experiencia que opera sobre un sujeto, y solo a partir de respetar esa singularidad puede esperarse una acción en lo social.

El concepto de sociedad no determina ningún sujeto, es un anónimo. Pero, para el psicoanálisis, lo social no es anónimo; el responde al lazo que un sujeto establece con el Otro. Lacan definió al síntoma social justamente cuando no hay lazo social y en ese sentido fue precursor de lo que ocurre actualmente en violencias, abusos sexuales, toxicomanías, delitos, crímenes, que dan cuenta, cada uno a su manera de una subjetividad que prescinde del lazo al Otro.

La estructura del Otro Social cambia y los síntomas varían de acuerdo al discurso imperante de cada época.

Freud trazó un eje que divide las aguas de los que es y no es psicoanálisis alrededor del nudo central del inconciente y la sexualidad. El psicoanálisis no es un idealismo que progresa hacia la eliminación de la neurosis ni del síntoma.

Para pensar los síntomas sociales seguiremos la pregunta que se formula Freud en el “Malestar en la Cultura”, es allí donde se plantea la relación existente entre neurosis y el Otro Social.

 

I- El sujeto y el Otro social

La cultura en Freud no esta pensada como conocimientos ni saberes universitarios ni como obras de arte. Para el psicoanálisis es la cultura, es lazo, y tratándose de los síntomas sociales, es necesario hacer una lectura de la época en la cual se inscribe la subjetividad como respuesta, como también es una cuestión a repensar si las respuestas que encontró Freud siguen vigentes o debemos inventar nuevas respuestas a nuevos síntomas.

Si bien la subjetividad varia el malestar en si mismo es lo irreducible que atraviesa toda época y lugar. Freud no tuvo una posición idealista. Tanto en el “Malestar en la Cultura” como el texto de “Tótem y Tabú” Freud sitúa con la pulsion de muerte un irreductible que traza un horizonte ético que excluye todo intento idealista de progreso a nivel de lo social. Educar a la pulsion es un imposible. Para Freud Eros, como fuerza que une y hace a los lazos, no era más poderosa que Tanatos, que los destruye.

Hay un horizonte a-social que no es contingente a la época, sino que es lo irreductible de la pulsion misma, que se satisface de un autismo que prescinde del Otro. La pulsión es a-social pero el inconciente no.

El inconciente es un discurso. Por eso mismo es político y desde ese discurso del Otro se le proponen identificaciones que gobiernan al sujeto. El inconciente es ese Otro que es político1, de allí que si la pulsion es a-social el inconciente no los es. El inconciente es social en tanto da cuenta de la relación del sujeto a ese discurso amo.

El acto parricida, que Freud sitúa en el corazón de la genealogía de la cultura, es fundante de la ley por la cual el sujeto se introduce en lo social. No se trata solo de matar al padre sino de fundar un pacto para la distribución del goce y garantizar que nadie ocupara su lugar. Así, acto parricida y pacto social son dos movimientos articulados.

 

La familia como función de transmisión

La familia es el primer Otro del sujeto y la misma puede ser objeto de estudio sociológico, jurídico, pedagógico. Pero, si es abordada desde el psicoanálisis, es necesario delimitar la especificidad de dicho abordaje.

Tanto Freud, en su texto “Malestar en La cultura”, como Lacan, en “Los complejos familiares”, ubican a la familia más allá de su función biológica. La familia tiene una función de transmisión y es el espacio en donde el sujeto hace la experiencia del inconciente. Allí interpreta el deseo del Otro encarnado en las figuras parentales. Mama, papa y nene son leídos desde los lugares que ocupan en la estructura edípica y, desde la metáfora paterna, se trata del Nombre del padre, el Deseo de la madre y los objetos a.

Los analistas abordamos a la familia a partir del axioma lacaniano de la no relación sexual. La inexistencia de la relación sexual entre los sexos lleva a que cada familia inventa su propio malentendido .El malentendido es de estructura, las formas de organización de la familia no los son. Es a partir de las figuras parentales que esa proporción sexual es captada por el niño como padre/madre. “La familia esta esencialmente unida por un secreto, por un no dicho […] Es un deseo no dicho, es siempre un secreto: de que gozan la madre y el padre” (Miller, 2006, p. 341).

Su unión no depende de los lazos legales sino de un secreto (Miller, 1997). La familia es cosa del inconciente y no una cuestión de reproducción biológica

Los analisantes hablan de sus familias porque son figuras del Otro: del padre degradado, del padre idealizado, del padre carente o del padre tirano. Hablan del padre como al modo que se habla del síntoma.

Desde 1938 Lacan se refirió a la declinación del imago paterna. En sus textos “Los complejos familiares” y “Aportes del psicoanálisis a la criminología”, afirma que la familia no queda reducida a su función biológica sino que tiene un papel de transmisión de un resto.

El padre, en 1938, es situado por Lacan como aquel que debe encarnar la autoridad. Tempranamente advierte la relación existente entre la declinación de esa autoridad y los crímenes.

Es un hecho constatable el cambio en los lazos familiares. La familia cada vez más pasa a ser cuestión del estado, buscando como regular los lazos cada vez mas desintegrados.

Las nuevas configuraciones familiares, parejas monoparentales, los avances científicos como bancos de espermas, pruebas de la paternidad a través del ADN, el reclamo de legalidad de las parejas gays, como también el reclamo a la adopción hacen a que si para el psicoanálisis la familia es cosa del Inconciente, la Sagrada Familia solo es cosa de la Iglesia.

 

Del Malestar de la época freudiana al malestar actual

Cada época tiene su modo de vivir la pulsion y se presentifica como esa exigencia imposible de satisfacer. Eso traza a partir de Freud un irreducible que impide la satisfacción plena y la felicidad para el sujeto. Pero en la época victoriana en la cual le tocó vivir a Freud, la neurosis era el resultado de la renuncia al goce y el discurso del Otro social proponía la renuncia a la satisfacción en compensación de una vida con ideales más virtuosos. La hipocresía burguesa era la respuesta a ese discurso. Esa restricción es ubicada por Freud como la causa de la neurosis, y ligada al padre y a lo social. Era una época en la cual la satisfacción debía ocultarse, no estaba bien visto dar a ver el goce de cada cual, no es que no se gozaba sino que el goce estaba velado. No era la época de Gran Hermano.

El discurso actual ha variado la propuesta. No propone lo mismo que en la época freudiana. Ya no se promueve la renuncia sino, a la inversa, se promueve no solo un empuje a gozar sino que este se diga y se muestre. Este empuje al goce ya no encuentra los diques y limites que antes había.

Lacan llamo discurso capitalista a aquel discurso que plantea un sujeto insatisfecho y dividido pero no por el inconciente sino por el mercado del consumo.

Jaques-Alain Miller (2005) propone para la actualidad al discurso Hipermoderno en el cual no es el Ideal quien gobierna al sujeto sino que lo que comanda es el objeto de consumo. El sujeto esta dividido no por no alcanzar el Ideal sino por no alcanzar el goce.

Para Lacan, fue Marx el inventor del síntoma porque fue quien le dio forma discursiva al malestar del asalariado en tanto el capitalista se quedaba con un plus de su trabajo. Su idealismo lo llevó a pensar que esa desigualdad distributiva podía resolverse. Eso que Marx tematiza como plus-valía, Lacan lo llama plus-de-goce, la recuperación de un goce perdido, inherente al sujeto parlante: sea patrón o asalariado. Ese plus de goce ilimitado es lo que comanda hoy. El Otro social a través del consumo, promueve un plus-de-goce cada vez mas sofisticado y alejado del lazo social.

Cada discurso promueve un lazo. En 1969-70, Lacan plantea, en su seminario, al Otro bajo la modalidad de cuatro discursos como cuatro modos diferentes de distribución del goce: el discurso histérico, el del amo, el universitario y el discurso analítico. Son modos diferentes del tratamiento del goce y del alojamiento de su recuperación a través de la función del plus de gozar.

Surge así la cuestión acerca de los dispositivos que cada época dispone para ubicar su plus-de-goce. Al sujeto insatisfecho que descubre el psicoanálisis, le es ofrecido una serie de objetos para su satisfacción que anulan su división subjetiva .A esos objetos Lacan los llamo gadgets (Lacan, 1969-70).

El discurso capitalista produce en serie esos objetos gadgets, que cumplen la función de taponar la castración y, así, el amo moderno deja de estar encarnado en el padre. El amo moderno hoy ha triunfado sobre la autoridad del padre; es mas, es el mercado que el padre. Un nuevo discurso se le impone al sujeto por vía de los medios masivos de comunicación que nos dice bajo regulación como debemos de vivir, cuántos hijos tener, como educarlos, que comer. Son los manuales de vida. Esto último produce un nuevo tipo de subjetividad y de síntomas. Los lazos ya no son a un padre que traza un estilo de vida acorde a sus ideales, sino que ese padre es sustituido por un manual y una mujer puede ser sustituida más satisfactoriamente por la droga o la computadora. El discurso capitalista ha incidido en la subjetividad promoviendo una nueva relación entre el sujeto y el modo de gozar. Promueve un tipo de satisfacción que no pasa por el Otro dejando al sujeto en un goce autista, con lo cual se generan más síntomas sociales. Con el gadgets el sujeto queda en un goce autista que no hace lazo al Otro.

¿A que nos referimos con síntomas sociales? Porque para nosotros analistas el síntoma es singular, es de un sujeto. Lacan definió al síntoma como el particular modo que tiene el sujeto de gozar de su inconciente pero cuando ese goce no pasa por el Otro del inconciente, cuando se rompe ese lazo tenemos el síntoma social. De lo cual surge que en lo contemporáneo de nuestro malestar la destrucción de ese lazo se traduce en un cierre del inconciente y esto nos lleva a la pregunta ¿que hacer? Y no saber que hacer es lo que atraviesa a la época. Miller y Eric Laurent traducen el malestar en la cultura como impasse ético (Miller, 1996-97).

La reproducción asistida, los bancos de esperma, las clonaciones plantean desde la ciencia la posibilidad de engendramiento sin lazo sexual. Queda por investigar que consecuencias devienen en los sujetos y no es fácil actualmente hacer una lectura de los síntomas frente a este impasse ético.

El discurso contemporáneo que homogeniza el mismo goce ha anulado con ello la función de excepción que encarna el padre. El semblante del padre queda homogenizado con la posición de los hijos, los hijos pueden recurrir al juez, y a falta de quedar anulada la dimensión de la causa se pide y se busca responsables por todas partes. Lacan denomino a esto la era del niño generalizado, ya nadie se hace responsable de su goce.

 

El niño generalizado

El “niño generalizado”, expresión que Lacan utilizo para calificar la posición de irresponsabilidad del sujeto contemporáneo, bien puede ser el agregado al titulo de la película El nino2 a la cual quiero hacer una referencia. La película trata de una pareja de adolescentes que viven en la calle. Son “los niños de la calle”, pero de un país desarrollado.

El lazo es el gran ausente y la segregación es quien desempeña el papel protagónico. No se muestra lazo familiar alguno ni el director ofrece elementos que permitan un deslizamiento hacia “la comprensión” de sus actos a través de su constitución familiar. La película muestra solamente un encadenamiento de hechos. Ella esta embarazada y tiene un bebe. El se dedica a robar. Todo lo que quiere lo puede obtener robando sin limite alguno. La película prosigue hasta ubicar un limite.

El drama se desencadena a partir del momento que tiene que inscribir a ese sujeto que es su hijo y darle una filiación a través de inscribirlo con su apellido. En ese preciso momento se le ocurre que ese niño puede ser una mercancía y otorgándole a su hijo un valor de cambio lo vende.

Este episodio marca un limite para ella que se traduce en la ruptura del lazo entre los jóvenes niños. El le dice podemos hacer otro y ella exige y obtiene la restitución de su hijo.

El film muestra claramente como el límite proveniente de los semblantes de la ley son inoperantes y como a ambos este límite les llega vía el lazo amoroso. A ella por el lazo con su hijo, a el por la identificación a un niño que es detenido por la policía en un delito al cual el mismo indujo. Este episodio lo lleva a hacerse responsable de su acto y solo se entrega a la policía.

Como pocos, los hermanos Dardenne, directores del film, supieron plasmar al niño generalizado como posición de la subjetividad contemporánea. El niño es la madre, el niño es el padre, el niño es el bebe, el niño son los padres ausentes de estos niños. Todos somos niños. Solo se sale de ser un niño cuando un sujeto se hace responsable de su acto. Y en ese sentido es inteligente y valioso por parte los Dardenne el hecho de no incluir aspectos familiares que lleven a la comprensión de la victima vía una narratologia de sus vidas que contribuya a desresponsabilizar los actos del sujeto sean cuales fueren los determinismos del Otro.

 

II- El declive de la autoridad paterna y su incidencia en los síntomas actuales.

La declinación de la autoridad paterna en la actualidad es algo más que evidente. Maestros, padres, jueces y sacerdotes se aúnan en la misma queja nostálgica acerca del padre. Pero, desde las categorías analíticas, esa declinación es consecuente y correlativa a un declive del reino del Nombre-del-Padre en tanto significante que, en el campo del Otro, articula un deseo a la ley.

Lacan y Freud no han tenido la misma posición respecto al padre, ni han ocupado los mismos lugares en la comunidad analítica. Hay en Freud una relación entre la autoridad encarnada en el padre y la creencia, la cual se pone de manifiesto como figura del destino.

El padre como figura del destino es una brújula para el sujeto y un análisis pone de manifiesto las marcas que ha dejado esa autoridad. La internalización de esa autoridad perpetuada a través del superyo marca el consentimiento por parte del sujeto a la causa ubicada en la ley del padre.

En los pacientes brujulados por el padre, el padre aparece por doquier y allí se escuchan quejas traducidas “Otra vez mi padre”. El neurótico esta enfermo del padre. Pero en las nuevas formas que asume el síntoma nos encontramos cada vez más con pacientes en los cuales parece que nada tiene que ver con el padre. Ellos se sorprenden frente a la pregunta insidiosa del analista por ese determinismo porque ni recuerdos infantiles tienen. Sus síntomas parecen no ser respuestas a la autoridad encarnada en el padre como causa y esto mismo instaura un efecto de increencia.

La neurosis actual, nuevos síntomas o como se los llame, son una respuesta a ese declive de la autoridad en la cual ya no se cree ni en el padre ni en el inconciente. El problema parece ser no tanto el declive de su autoridad sino la crisis en cuanto a la increencia. El reproche de Juanito dirigido al padre respecto a la falta de un limite cuando el duerme con su mama, “tu debes enfadarte”, pone de manifiesto a la función paterna como fallida, pero el padre estaba en el centro de su neurosis y Juanito cree en el padre y en la autoridad de Freud. Hay una autoridad que es garante de buena fe, y su temor a los caballos da cuenta que el síntoma fóbico es un desplazamiento del temor a el padre.

Pero los diques pulsionales como vetos a la satisfacción que Freud los ubicó en el padre y sus subrogados ya no se sostienen del mismo modo. Hoy, invocar el nombre del padre no sirve de nada. Los maestros ya ni pueden tocar a los niños porque corren el riesgo de ser acusados de abusadores. El dicho “vas a ver cuando venga papa… tampoco sirve porque ya ni hay papa que venga y, en el caso que exista, el padre ha tomado otra forma.

Juan Carlos Indart (2004) lo señala de una forma muy precisa cuando alude al padre profesor, amigo, conciliador, y refiere que para el psicoanálisis “hay una nueva manera de pensar el vinculo social y es el que se establece entre uno que manda y otro que obedece”. Esa notación en nuestras letras psicoanalíticas, aportadas por Lacan, se escribe entre el significante S1 respecto del S2. A eso que Freud llamó el complejo de Edipo como nódulo patógeno de la neurosis, Lacan lo llamo discurso del amo. Indart nos propone pensar las nuevas configuraciones sintomáticas a partir de una clínica que no se deriva desde el discurso amo sino desde el discurso universitario.

Un discurso define un lazo social y, por ello, es preciso saber no solo donde esta posicionado el sujeto en el discurso sino también quien es su partenaire. Así, los síntomas descriptos por Freud responden a un discurso en el cual impera el padre como amo.

Lacan ingresa al psicoanálisis por el lado de la sociología. En sus trabajos “La familia” (1938) e “Introducción de la función teórica del psicoanálisis en criminología (1950) se nos advierte acerca de aquello que mas tarde llamara “los signos de una degeneración catastrófica”, signos de un giro en el discurso. El padre que manda es el padre ubicado en el discurso del amo. El juez, el maestro o aquellos que Freud llamo subrogados del padre, son figuras que encarnan la autoridad del amo, pero Lacan advierte acerca del declive de esa autoridad y conjuntamente el aumento de los crímenes a nivel social, cuando el orden paterno es sustituido por otro orden, calificado como orden de hierro (Lacan, 1973-74, clase 10).

“El psicoanálisis demostró que si la niña o el niño no entran en el discurso del amo, ya no entienden que es la ley, ni que es que alguien mande y alguien obedezca” (Indart, 2004). Esto último no es una cuestión de tiranía sino que allí se articula la castración como anudamiento del deseo con la ley.

Recién, en el Seminario 17, El revés del psicoanálisis, a través de los discursos, Lacan formaliza el perfil de ese nuevo amo que introduce un nuevo orden porque no es seguro que se trate de una nueva autoridad.

Cada discurso sitúa diferentes dominancias que marcan distinciones respecto de la autoridad en juego, y el reino del padre se sitúa en el discurso del amo, que es el discurso del inconciente. Allí se cumple la función de interdicción marcada por la barrera de imposibilidad entre el sujeto y el objeto. La autoridad la encarna en el significante uno que comanda al saber.

Al amo moderno, Lacan lo ubica en el discurso universitario. En el discurso universitario no es el padre el que manda sino quien se identifica a un saber y se dirige a un objeto. ¿Constituye una nueva autoridad? ¿Como situar allí una autoridad cuando no se trata del lazo entre dos sujetos? La dominancia le da un saber que bien puede ser anónimo y se dirige a un sujeto que bien puede estar en posición de objeto para serle aplicado el rigor, no de la ley sino del saber a ser evaluado o estudiado.

Para que la ley sea operante debe estar ubicada en el lugar de agente de un discurso, en tanto que es desde allí que se comanda al lazo. Indart (2007) plantea el lugar de inoperancia en el cual se ubica la ley en el discurso universitario: “La ley esta en el lugar de la verdad, es decir, en un lugar inoperante, respecto de la cual el sujeto esta separado por una barrera infranqueable”.

Esta cita de Indart es útil para entender que las trasgresiones como llamados a la ley responden a sujetos que quieren un amo tal como Lacan les responde a los estudiantes del mayo francés. Pero otra es la cuestión cuando la ley es inoperante, no incomprendida ni desconocida, ni se trata de sujetos que forcluyen el nombre del padre, ni de perversos, ni de débiles inimputables, sino simplemente que la ley no opera en ellos como limite.

El discurso universitario, declinado en protocolos evaluativos, propone calificaciones que no representan a un sujeto.

La dominancia ya no la ejerce un sujeto, que en posición de amo encarna un deseo articulado a una ley, sino un saber anónimo que no trasmite ningún deseo. Allí no se trata del amor a un maestro, ni es un subrogado paterno. Tampoco se trata de un saber que se lea en la perversión paterna sino que es anónimo y se dirige a un sujeto reducido a un objeto a ser evaluado. Por eso en este seminario Lacan usa el neologismo del astudado para dar cuenta de la posición de objeto del sujeto vaya o no a la universidad. No se trata de la universidad sino del discurso moderno de toda la sociedad, sean o no estudiantes .El discurso universitario esta en los medios masivos, en los dispositivos, en las encuestas. Por la TV nos dicen constantemente que no hay imposible. La barrera de imposibilidad que sostiene la castración no esta entre el sujeto y el objeto, porque el sujeto mismo es un objeto, esa barrera se sitúa entre el sujeto y el significante amo.

El discurso universitario ofrece la posibilidad de pensar la clínica de los sujetos desbrujulados, desidentificados3.

El declive en la autoridad del padre se deduce del declive del discurso del amo y produce un déficit de dos cuestiones:

  1. déficit en la función del “no”.

  2. déficit en la creencia en el inconciente.

Estas dos dimensiones plantean un desafío a la práctica misma del psicoanálisis para reinstalar no al padre, sino al significante amo, del cual Lacan nunca dijo que se puede prescindir. Si se podría prescindir del padre, pero no del significante amo en tanto es este el que representa al sujeto.

La declinación de la autoridad del padre va acompañada de una declinación en el discurso amo del inconciente .Nos confrontamos con una clínica que cada vez mas se presenta bajo la forma de la angustia, la depresión, las patologías del acto y no por el síntoma.

 

Las nuevas configuraciones sintomáticas

En los nuevos síntomas, ¿qué es lo nuevo? Lo nuevo es una preocupación permanente porque plantea la cuestión acerca de las categorías desde donde leer la irrupción de lo nuevo.

El pensamiento de Alain Badiou, atravesado por Lacan, nos propone una forma de pensar lo nuevo. En su libro El Siglo (2006), sostiene que el modo bajo el cual se subjetivizó lo nuevo de este siglo fue como imperativo de lo nuevo, y esto llevo al empuje de romper con lo viejo.

El proyecto emancipador del hombre nuevo llevado a su máxima pureza rompe los lazos porque para que algo sea totalmente nuevo se exige la ruptura de toda tradición que pueda ligar a un sujeto a una autoridad que encarne un lazo. La destrucción de la autoridad llevo a la aniquilación del sujeto en pos del hombre nuevo.

La ciencia ha contribuido a ello. Si Badiou denomina a este siglo el siglo del crimen, es en tanto finalizadas las ideologías el siglo no se presenta a través de promesas sino a través de los cumplimientos. “Es el siglo del acto, del presente absoluto y no el anuncio de un porvenir” (Badiou, 2006, p. 83).

El hombre nuevo termina siendo un hombre sin atributos (Miller, 2004), un hombre tan nuevo que nada se puede predicar acerca de el. Es la pureza absoluta, porque para predicar acerca de el debo restituir al Otro.

Cuando un sujeto en el análisis habla de su familia aunque hable mal como es de esperarse ese sujeto no es un sujeto sin predicados .Habla de sus lazos al Otro, y el psicoanálisis requiere de un sujeto con atributos. El progresismo que proclama a un hombre nuevo desligado de la familia no es un precepto del psicoanálisis. No se trata de estar ni en pro ni contra la familia sino de los lazos de un sujeto. “Los signos de la declinación del nombre del padre deben leerse en la transformación del registro del amor, y no en el de la autoridad ni en el de los ideales” (Brodsky, 2006).

Cuando un sujeto llega a un análisis con sus padecimientos, se busca en el seno en los cuales ellos han aparecido. No es restituir a la familia, sino los lazos del sujeto al Otro. El sujeto que busca a través de un análisis los significantes a los cuales esta sujetado nunca será un hombre sin atributos.

Jaques-Alain Miller, en una conferencia dictada en Comandatuba (Miller, 2004), nos da una orientación para pensar lo nuevo. Si en Freud teníamos síntomas caracterizados por la dominancia del Ideal sobre el goce esa dominancia ya no la ejerce el Ideal sino que esta determinado por la dominancia del objeto a por sobre el ideal .La dictadura ya no es del padre que encarna prohibiciones sino es una dictadura del goce. La clínica actual nos confronta con sujetos que se presentan más del lado de la angustia, depresión y patologías del acto que por el lado del síntoma. El declive del discurso del amo y el giro hacia el discurso universitario ha tenido su incidencia en ello.

Al declinar la función del veto paterno nos encontramos con los vaticinios de Lacan: cada vez más patologías del acto, violencias, sujetos en conflicto con el orden publico. La dimensión social del síntoma que condena a cada sujeto a regirse por la dictadura del plus-de-goce, hace que estallen como nunca los lazos matrimoniales y dispersión de la familia. La violencia en el seno de la familia es llevada a los juzgados, a una escala nunca vista. Nos confrontamos así con sujetos agentes de síntomas sociales, pero que no se verifica un síntoma subjetivo, en tanto para constituirse como tal es preciso creer en el.

 

Dimisión de la función paterna

Con la disgregación y dispersión de la familia, el padre no solo deja de existir en el discurso del sujeto sino que no existe en la realidad, o si existe puede dimitir de su función.

La clínica de sujetos desbrujulados que no consienten en hacerse representar por el significante requiere sortear ciertos obstáculos para lo que es el clásico trabajo del análisis. Es así que al nivel de la configuración de los lazos familiares nos encontramos con dos clases de fenómenos: por un lado sujetos descreídos del padre pero también con padres que han dimitido de su función.

La pregunta que surge entonces es cual es esa función?

El termino dimisión es un termino que Lacan utiliza en el Seminario 23: el sinthome para referirse al padre de Joyce.

El Diccionario de la Real Academia Española, define al termino dimisión como “renuncia a un empleo o función”, entonces no se trata allí del rechazo del significante del Nombre-del-Padre, como en Schreber, sino de la dimisión de la función de un padre encarnado, que dimite de la transmisión de un deseo, que por supuesto no es anónimo. Es un padre vivificante y no muerto, del cual se espera la transmisión de un saber al hijo. Es aquello que Lacan define como versión o perversión paterna.

Cuando el padre es tomado por el sujeto como la ley encontramos la caída en la psicosis. Allí se da cuenta del encuentro con Un padre de un saber absoluto, pero, con estos sujetos desbrujulados, no se trata de eso, sino de padres encarnados que dimiten de la transmisión, no del saber como absoluto, sino de un saber particularizado, y esto último también produce efectos estragantes. Encarnar quiere decir que alguien, un sujeto, debe prestar cuerpo a esa función y ese prestar cuerpo implica allí tener un deseo.

Hoy en día nos confrontamos con una clínica que es más el efecto de padres que dimiten de esa función de transmisión que la de aquella otra que es efecto del padre extraordinario de Schreber.

El padre de la ley y el padre–versión no son antinómicos. El “no” que se pone en juego con la interdicción subsidiaria de la ley es condición necesaria para poder construir una versión del padre.

En el lugar del padre como portador de una interdicción aparece otra cosa que no es el padre. Hay una relación entre la dimisión de la función paterna y algo que señala Lacan en la clase 10 del Seminario 21: los no incautos yerran, o Los nombres del padre. Allí se refiere a un signo de una degeneración catastrófica cuando se anula ese “no”. Dice que el Nombre-del-padre esta sustituido por otra cosa. “El desfiladero del significante por el cual pasa al ejercicio ese algo que es el amor, es muy precisamente ese Nombre del Padre que solo es no a nivel del decir y que se amoneda por la voz de la madre en el decir no de cierto numero de prohibiciones”  (Lacan, 1973-74).

Es interesante destacar el carácter de esa sustitución porque no dice que es sustituido con un subrogado paterno, maestro o juez, y tampoco se trata del síntoma cumpliendo la función del padre, sino que la función del límite es sustituida por otra función que encarna lo social. Hay allí una función que se sustituye por otra .No se trata de sustituir al padre por otro elemento que cumple la misma función sino que es la sustitución de la función misma de la ley.

Si lo que se sustituye es el elemento pero se conserva la función también se conserva un orden pero al sustituirse una función por otra, el resultado es una alteración en el orden. Al Nombre-del-Padre se le sustituye otra función, con un orden que sustituye al Nombre-del-Padre en su función de lazo. A esa función Lacan la llama “nombrar para”. Transcribimos una cita de Lacan

Es bien extraño que aquí lo social toma un predominio de nudo, y que literalmente produzca la trama de tantas existencias; el detenta ese poder de ‘nombrar para’ al punto que después de todo, se restituye con ello un orden que es de hierro; que designa esa huella como retorno del Nombre del Padre en lo real, en tanto que precisamente el Nombre-del-Padre fue rechazado […] ¿Acaso ese nombrar para no es el signo de una degeneración catastrófica? (Lacan, 1973-74, 19/03/1974).

Vemos aquí que no se trata del destino trazado por el padre sino por lo social, pero eso que Lacan llama “los signos de una degeneración catastrófica” alude a que esa nueva función ya no articula el deseo a la ley.

Surge como interrogante en el mundo actual, con las transformaciones a nivel de las nuevas configuraciones familiares ¿quien encarna esa función de trazar un límite que enlace al sujeto no al padre sino a un deseo articulado a la ley?

 

III- Abuso sexual

En el ano 1912, Freud escribió el texto “La degradación general de la vida erótica”, en el cual queda planteado que el lazo al partenaire sexuado es efectuado bajo ciertas condiciones: para gozar de el debo degradarlo. Dice Freud:

Esta necesidad de un objeto sexual degradado, al cual se enlace fisiológicamente la posibilidad de una completa satisfacción, explica la frecuencia con que los individuos pertenecientes a las más altas clases sociales buscan sus amantes, y a veces sus esposas, en clases inferiores (Freud, 1912).

Mas adelante en el mismo texto Freud agrega que “el psicoanálisis verá con agrado que se utilicen sus descubrimientos para sustituir lo perjudicial por lo provechoso”.

El nos advierte de una degradación es general. En la época de Freud la degradación recaía sobre la elección del objeto erótico en una mujer de clase inferior, pero el lugar del objeto erótico todavía estaba habitado por un sujeto. El abuso sexual bien podría ser uno de los signos de esa generación catastrófica.

Hoy por hoy ¿Que forma tomo la degradación? ¿No estamos asistiendo acaso a una degradación tal que en el lugar del objeto erótico el sujeto que debería estar allí es reemplazado por una sustancia química que se la consume, o por la computadora o es tomado un niño como objeto sexual?

La degradación actual ha llegado a tomar la forma de la aniquilación del lazo, a través de la violencia o simplemente a través de la soledad en la cual queda sumido cada vez más el sujeto contemporáneo.

Lejos de agotar el controvertido tema acerca del abuso sexual, se hace necesaria una contribución para pensar al mismo desde el psicoanálisis. La cuestión quedara abierta en última instancia al caso por caso. Los llamados “abusos sexuales” son de diversas índoles .Es difícil determinar que acto es catalogado como abuso: nos encontramos con una bolsa de fenómenos en la cual todo va a parar allí .El diccionario enciclopédico Encarta ubica: abuso de confianza, abusos de autoridad, abuso de poder, abuso o acoso sexual. Pero dentro de tanta dispersión hay una marca que es común a los diferentes tipos puestos en ese catalogo,”se trata de un exceso” y esto si es congruente con la lectura que hacemos del malestar actual de nuestra civilización.

El abuso sexual en niños merece una reflexión. No entraré en aquello que se da en llamar abuso de género.

Comencemos por trazar algunas coordenadas que ubiquen desde las categorías analíticas una respuesta acerca del lugar del niño para el psicoanálisis.

En su trabajo “Tres ensayos para una teoría sexual”, Freud deja asentada las bases de la sexualidad infantil y rompe con pretendida inocencia de la infancia .Se sitúa en Freud una anticipación de la libido respecto de la elección del objeto incestuoso que luego del Complejo de Edipo sucumbe a la represión y le continua un largo periodo de latencia como inhibidor de lo sexual. La latencia que Freud ubica como esencialmente humana marca un tiempo de espera respecto de la elección de objeto. Para el animal el orden natural no esta pervertido cuando se desencadena el instinto sexual conjuntamente aparece la respuesta en la búsqueda del objeto. Solo el ser parlante se anticipa o se demora y su objeto no le es natural sino que es el resultado de una elección. El asunto es indagar sobre que base ella se efectúa dicha elección.

El psicoanálisis constata la anticipación del goce sexual en el niño antes de producirse la elección de objeto sexual. El niño elabora su condición erótica y sus fijaciones libidinales van a constituir los signos de su goce a través de los primeros objetos investidos libidinalmente en el seno de la familia (Miller, 1997).

La primera corruptora del cuerpo del niño es la madre. Es ella quien marca el cuerpo del niño y le confiere una erogeneidad, y es a partir de estas marcas el niño se separa de la madre y goza de una parte de su propio cuerpo. Freud descubre que los primeros objetos investidos por la libido son de carácter incestuosos.

“La proporción sexual no existe, solo existe en la familia”, es una referencia de Lacan (Miller, 1997). La familia es un vínculo social basado en la prohibición de la relación sexual. Los objetos familiares son interdictos como objetos sexuales y esa elección debe hacerse fuera de la familia pero justamente es dentro de la familia donde se elabora la condición amorosa que determina la elección del objeto erótico. Esos rasgos imaginarios organizados por un rasgo del ideal llevan por debajo las insignias y las marcas del goce4. Freud encuentra el aspecto pulsional del amor: esa es la condición amorosa y el ideal, de ese modo, vela al goce. El fantasma da cuenta de la posición de goce del sujeto; de qué manera imagina el goce cada sujeto, es ya una versión del goce.

¿Por qué el fantasma es perverso? Por que frente al imposible sexual para establecer una relación al Otro sexo que arme una proporción sexual entre el hombre y la mujer, el fantasma fundamental pone en relación al Otro del goce encarnado en la figura de los padres. De allí se deduce que en la infancia la única proporción que el sujeto puede encontrar es la proporción padre-madre.

 

¿Qué es un niño para la pareja parental?

Rastreamos algunas respuestas que nos han dado Freud y Lacan. En Freud (1914) encontramos al niño situado desde el narcisismo fálico de los padres, correlativo al ideal, donde el niño es situado como his majesty de baby (su majestad el bebe), como dice Joan Manuel Serrat en su canción “A veces los hijos se nos parecen y nos dan la primera satisfacción”. A ese niño se lo ama tiernamente.

Pero, no es esta la corriente que se hace presente en los abusos sexuales. La corriente que se hace presente es del niño degradado con un valor de goce y no solo con un valor de uso, sino también de cambio en el mercado de la prostitución infantil. No es lo mismo que al niño se le anticipe la sexualidad que se lo tome anticipadamente como objeto sexual.

¿Que ocurre con la latencia, hoy por hoy, como ese tiempo que marca en la estructura ese impase sexual? ¿Que respuestas tenemos hoy frente al imposible sexual? Son algunos de los interrogantes a pensar a partir del descubrimiento freudiano...

Lacan en el Seminario 14: La lógica del fantasma (1966-67) hace una referencia al niño no como resultado de la unión amorosa entre la madre y el padre en el cual el niño es una majestad, sino como metáfora misma de lo que no se une a nivel del goce entre ellos. Se presenta al niño no como metáfora del amor que une, sino como metáfora de aquello que no los une. Es tomar al niño bajo las coordenadas de la no relación sexual.

La verdadera razón de la referencia al niño, en psicoanálisis no es pues en ningún caso la de una germinación. Pero solamente esta esencia problemática: el objeto a, cuyos ejercicios nos dejan estupefactos no importa donde, es ejecutada en los fantasmas del niño (Lacan, 1966-67, 26/04/1967).

Que el niño no sea producto de una germinación no nos autoriza a tomarlo como producto de una reproducción biológica. Habíamos visto dos modos de tomar al niño en la pareja parental: una, por la vertiente amorosa como resultado de la unión y amor reciproco entre el padre y la madre, es un velo que responde al his majesty the baby, como fruto y resultado de una completad ideal de acoplamiento exitoso y feliz. El niño en la vertiente del Ideal que los une al padre y la madre no es lo mismo que el niño como resto de la no-relación entre padre y madre. Es el niño tomado objeto a y allí queda ubicado como metáfora de la no proporción sexual. El niño en esa perspectiva asume el valor, no del Uno ideal inexistente en la copula, sino que en tanto objeto a, se presta a asumir un valor de goce, el del objeto a, como aquello que se separa y resta entre uno y Otro de los partenaire parentales.

¿Qué es el niño bajo el horizonte de la no relación sexual?

Elijo esta perspectiva, ya que son varias las que pueden tomarse para abordar la compleja temática, porque parto de la hipótesis que el abuso sexual es la respuesta como puesta en acto de los fantasmas perversos que Freud encontró como respuestas al imposible sexual. El abuso elide la cuestión de la castración entendida no solo como el “no reintegraras tu producto” que atañe a la ley de interdicción del incesto sino a la castración entendida como no relación.

La vertiente que pone en juego los abusos sexuales obviamente no es la corriente tierna y abre las puertas a pensar la perversión paterna cuando forcluye aquello que Lacan nos dice del padre como padre-versión en tanto debe de trasmitir una versión de su goce en tanto es una mujer su partenaire. ¿Qué ocurre cuando su partenaire es el niño? ¿Que decir también en los casos que se verifica en los decires del menor el consentimiento?

El abuso sexual es correlativo al empuje contemporáneo a una satisfacción no articulada a la ley de interdicción y a un empuje a la denuncia de culpables cuando ya no hay responsables. Haciéndonos sus portavoces retomamos el anhelo freudiano ¿como puede actualmente el psicoanálisis con sus descubrimientos, sustituir lo perjudicial por lo provechoso?

Un discurso no suple a otro y decir, desde el discurso analítico, que posición tiene un niño en la pareja parental no sustituye el plano de lo que es un niño para el discurso jurídico, por ley esta definido. Si bien es difícil evaluar la complicidad del niño con su seductor sexual, ello no implica la absolución del adulto, pero lo que si interrogamos son los medios de los que se valen como pruebas.

Recordar que el niño es un sujeto quiere decir no solo que esta atravesado por el lenguaje, sino que también tiene un cuerpo erógeno por lo tanto goza, y si goza de su cuerpo también pueda avergonzarse de su goce. Lacan (1969-70) bien situó la dignidad que otorga ese sentimiento de vergüenza.

Acaso si ha sido “victima de un abuso”, ¿No es otro abuso incitarlo a hablar? ¿Que decir del derecho a callar? ¿Qué lugar de respeto tiene ese derecho al silencio? El imperativo de la denuncia encubre muchas veces no solo los avatares de cada familia sino también un discurso que busca culpables cuando ya no hay responsables. ¿Acaso el imperativo de confesión, confesión que no es otra que la del goce, no encubre la obscenidad en la cual esta inmersa este mundo del espectáculo del goce?

En su articulo “Nuevas inscripciones del sufrimiento del niño”, Eric Laurent (2008) se ocupa de este tema y es interesante detenernos en algunas cuestiones. Plantea allí que la necesidad de castigo conceptualizada por Freud como “ser pegado por el padre”, Lacan la ubica como padre-versión en tanto es la versión que el sujeto se hace del goce del padre. Ese goce supuesto es inconfesable “no puede ponerse en palabras”. Pero quiero destacar el lugar en el que Laurent ubica a la perversión no del lado del abusador sino del lado del Estado. “El intento de reintroducir el goce en el Otro es una de las formulaciones que Lacan dio de la perversión”. Frente a la falta de goce en el Otro, el perverso la colma con la certeza que en el Otro hay goce y el se hace cargo de reintroducir esa falta”. Esa certeza de goce que el estado espera como verdad del discurso del niño es lo que ubica como perversión del Estado y ubica al paidofilico mas del lado del fuera del sentido.

Como psicoanalistas sabemos del pudor que encierra un goce y el niño no esta exento de ellos el irresponsable es el adulto que calla su delito. ¿No merece al menos un cuestionamiento pensar acerca de la insistencia puesta en la confesión del niño con las pruebas testimoniales?

Que el niño sea responsable de su posición de sujeto es una cuestión otra, es que a partir de la no asunción de la responsabilidad subjetiva de quien ha cometido un delito y lo silencia, se apunte cada vez mas a las pruebas testimoniales en el niño. El sujeto es responsable de sus actos, pero no de los actos del otro.

El imperativo de declarar reduplica el abuso, y se esta convirtiendo en algo inversamente proporcional a la impotencia de los jueces y peritos cuando no obtienen la respuesta de responsabilidad en el abusador. Se tornan más implacables para obtenerla por parte de los niños.

Si en el estado de derecho el sujeto es libre de entrar y salir, de hablar y de callar estos también son los derechos del niño. Pero en nombre de la salud mental no solo se le quitan los derechos al sujeto loco sino también al sujeto niño, en tanto se lo priva de sus derechos de elegir entre la palabra y el silencio.

Es cierto que el niño tiene derecho a callar y nadie puede obligarlo a hacer lo contrario, es tan cierto esto como el empuje a la denuncia desde los medios familiares, los medios de comunicación. Si el psicoanálisis entra del mismo lado que los derechos humanos es interesante reflexionar acerca del alcance de este enunciado. Recordemos unas palabras de Alain Badiou respecto de los derechos del niño:

La cuestión no obstante consiste siempre en conocer el precio que en materia de definición del hombre se paga por cualquier ampliación de sus derechos .Pues una igualdad es reversible. Si el niño tiene los derechos del hombre esto puede significar que es un hombre, pero también tener por condición que este acepte no ser mas que un niño (Badiou, 2006, p. 102).

 

IV- El niño generalizado del mundo globalizado: la responsabilidad en la época actual

¿Qué tipo de responsabilidad le cabe al psicoanálisis en la época contemporánea?

El debate acerca de la responsabilidad es crucial en el actual mundo globalizado. Los acontecimientos, al producirse por una multiplicidad de causas concatenadas en una red simultanea, traen aparejado en la subjetividad la dificultad de ubicar el lugar de la causa que a su vez se traduce en una dificultad para situar al responsable. El lugar de la causa y la responsabilidad están íntimamente relacionados y este lazo se ve perturbado por esa concatenación de causas. No estamos en la época del gobierno del Uno sino de lo múltiple.

En una época en la cual se ofrecen todas las condiciones para que nadie se haga responsable es lógico que todos los discursos y disciplinas hablen de la responsabilidad.

Siendo el goce el campo sobre el cual opera el psicoanálisis, la responsabilidad en psicoanálisis esta especificada por la relación que el sujeto tiene con el goce implicado en sus actos. De allí que Lacan en el “Discurso de Clausura a las Jornadas sobre la Infancia alienenada”, califica a la persona mayor como quien se hace responsable de su goce. El hecho de que no haya “personas mayores” -tal como dice Lacan- marca la entrada de un inmenso gentío en el camino de la segregación; es la época del “niño generalizado”, aquél que no se hace responsable de su modo de gozar ni de sus consecuencias. La responsabilidad para el psicoanálisis es siempre de un sujeto, atañe a una singularidad y no a una masa, por el contrario, en la masa, los sujetos son irresponsables.

El derecho distingue entre responsabilidad civil, por la cual se atribuye a alguien como autor de un acto perjudicial para otro sujeto, la obligación de reparar por las consecuencias dañosas que se deriven de su acción, y responsabilidad penal, por la que se imputa a alguien la autoría de una acción delictiva, por la que es obligado a recibir una pena.

La responsabilidad moral, en el terreno filosófico ubica la perspectiva en la cual el sujeto debe de reconocerse como autor de sus actos, ante la propia conciencia y ante la sociedad. La afirmación de la libertad es la condición necesaria para la responsabilidad. Una persona es moralmente responsable de lo que ha hecho sólo si hubiera podido actuar de forma distinta, es decir si tiene la posibilidad de opción. La responsabilidad así abre el debate acerca de la libertad y el determinismo del sujeto.

El debate acerca de la conducta moral del sujeto moderno se abre con Kant para quien el acto moral sitúa por parte del sujeto una elección entre la ley universal de la razón y la renuncia de los intereses particulares en nombre del imperativo moral, y esto presupone una decisión por parte del sujeto. Pero, en su texto “Kant con Sade”, Lacan (1962) pone de manifiesto el reverso gozoso de esa moral.

¿Qué perspectivas, que ejes se toman para delimitar la responsabilidad para el sujeto del psicoanálisis?

En Freud el tema de la responsabilidad aparece planteado en su texto “La responsabilidad moral por el contenido de los sueños” (1925). Sitúa allí un eje que concierne a la responsabilidad respecto de las formaciones del inconsciente donde lejos de eximir al sujeto de su responsabilidad, amplia su horizonte. Concluye que el sujeto debe hacerse responsable del contenido de sus sueños.

Pero no es lo mismo sonar que se mata al padre que el acto de matarlo. En el inconciente anida un deseo que en si mismo es trasgresor pero otra es la cuestión acerca de los limites con que cuenta cada sujeto respecto de sus actos.

Culpa, responsabilidad y castigo son categorías utilizadas tanto por el discurso analítico como por el jurídico, pero para el discurso jurídico hay continuidad entre ellas. El sujeto, si es culpable, es responsable de un acto tipificado como delito y por lo tanto debe recibir una sanción.

Para el psicoanálisis no hay tal continuidad. El sujeto es culpable de un acto no cometido y puede gozar eternamente de su culpa sin hacerse responsable, también puede cumplir una condena y ello no implica su responsabilidad subjetiva o se lo puede declarar inimputable y el mismo sujeto exigir una sanción que le devuelva su condición de sujeto responsable. Por eso, para el psicoanálisis, no existe amparo alguno bajo ninguna ley de inimputabilidad. Para el psicoanálisis, hay terrorismo de la responsabilidad. Lacan, consecuente con Freud, llega a situar un terrorismo de la responsabilidad en tanto plantea a un sujeto siempre responsable “De nuestra posición de sujetos somos siempre responsables” (Lacan, 1965, p. 837). Allí el sujeto es responsable en tanto esta planteado como respuesta del inconciente a diferencia de plantearlo como determinado por un mecanismo organicista. Lacan responde al discurso psiquiátrico organicista ubicando un interjuego permanente entre causa y consentimiento. La causa viene por el determinismo del Otro pero el sujeto queda planteado a nivel de la respuesta que otorga como consentimiento al Otro o como rechazo también. Y de allí el terrorismo de la responsabilidad y la imposibilidad ética desde el psicoanálisis de plantear a un sujeto como victima.

Si a través de la culpa el sujeto se liga al Otro, a través del acto se desliga. Solo puede asumir una responsabilidad a posteriori del acto religándose al Otro. Allí se verifica la relación con las consecuencias de su acto. Hay sujetos que quedan identificados al acto y no quieren hablar de ello, sujetos arrepentidos, sujetos que reivindican el acto, sujetos que no tienen una explicación y desean encontrarla, otros que no la tienen y tampoco la quieren buscar, sujetos que se hacen cargo de las consecuencias y sujetos que culpan al otro.

 

El superyo y las formulas de la sexuación

Retomare una pregunta que se hace Jorge Aleman en su libro La experiencia del fin (1997): ¿La responsabilidad frente al retorno de lo reprimido es la misma que la que se espera del sujeto que responde al imperativo categórico?

Con la paradoja del superyo se deduce una perspectiva que en lo atinente a la responsabilidad traza otro horizonte. En un caso, se trata del retorno de lo reprimido y, en el otro, del retorno de lo real del goce encarnado en el imperativo categórico que le ordena gozar al sujeto.

Pero el imperativo categórico no se articula del mismo modo cuando se inserta en una lógica que cuenta con una excepción que delimita y dice no que cuando no existe uno que diga no. Esto último se emparente con la caracterización que hacen Miller y Laurent de la época actual como la del Otro que no existe como único (m, 1996-97).

Con las formulas de la sexuación, Lacan traza un horizonte que va mas allá del posicionamiento sexual de un sujeto. Con ellas también podemos hacer una lectura de los síntomas que atañen al actual malestar contemporáneo. Siguiendo la repartición trazada por Lacan respecto de la modalidad del goce que es la masculina regida por un limite fálico hace a una clasificación que tiene a la excepción como limite y por otro lado la repartición femenina que se rige por la lógica del no-todo fálico y no tiene una excepción que delimite al goce. Una se rige por lo finito y otra, por lo infinito. Siguiendo a Milner (2004) tenemos que las democracias ilimitadas se rigen por una lógica donde no prima el reino del Uno, sino más bien por la inexistencia de ese Uno que diga no.

A partir de ello retomo un planteo de Juan Carlos Indart5 respecto al imperativo categórico: “El imperativo universal kantiano planteado a nivel de lo simbólico como Ideal o la imaginarización de una completud no es lo problemático. Lo problemático se presenta cuando ese Universal quiere ser realizado como un todo en lo real”.

El universal funcionando como un todo de ficción en lo imaginario y lo simbólico no trae aparejado problemas .La cuestión se torna problemática, cuando esa moral se quiere elevar en lo real a la categoría de constituir un acto que se articula al “todo x”. El imperativo kantiano se rige para la lógica masculina, pero cuando al pasar al lado femenino de la sexuación, el no existe uno, es leído como universal negativa, como ninguno. La consecuencia de ello es el exterminio de la diferencia en lo real. El universal (como categoría simbólica) nunca puede ser alcanzado en lo real.

Toda orientación en la cual el Ideal se quiera hacer pasar a lo real devendrá esa clase de “exterminios” que se produjeron desde la Segunda Guerra Mundial hasta los fundamentalismos actuales.

A partir de las Antimemorias, de Malraux (1968), Lacan hace una alusión a esa posición de hacerse el distraído que encontró en los sobrevivientes de la guerra. Esa misma posición no tiene fronteras, en la Argentina la encontramos desde el niño que roba en el colegio y dice “yo no fui”, hasta los crímenes de Estado ocurridos en la Argentina de la dictadura militar. Todos niños generalizados.

¿Cuándo el Otro es aniquilado o destruido en el lazo? ¿Cuándo en el lugar del Otro esta ubicada la adicción? ¿Cuándo el Otro es un niño abusado? ¿Qué responsabilidad le cabe al analista frente a estos nuevos síntomas que ofrecen como solución a la no relación sexual la anulación de la castración? ¿Podemos a estos síntomas considerarlos como arreglos de suplencia de la relación sexual faltante?

¿Qué responsabilidad le cabe al analista frente al mundo en el cual impera el niño generalizado? ¿Cómo compensar el autismo del goce para que el resultado sea una posición responsable y no cínica?

El imperativo freudiano “Donde eso era un sujeto debe advenir” no es un imperativo cínico porque transforma la satisfacción pulsional donde el sujeto goza solo por el lazo al Otro. Al imperativo categórico kantiano, Freud, que no fue ni ingenuo ni idealista, le responde con el imperativo ético del superyo. Pero Freud no hace del superyo el imperativo ético del psicoanálisis. El responde con Wo Es war, soll Ich werden.

 

Notas

  1. “La política procede por identificación, manipula los significantes amos, busca atrapar al sujeto” (Miller, 2005, p. 21).

  2. Titulo original del film: "l'Enfant" (Bélgica/Francia, 2005). Dirección Jean-Pierre y Luc Dardenne.

  3. En el Seminario Clínica del discurso universitario, dictado por Juan Carlos Indart en la EOL, se han trabajado varios materiales clínicos desde esta perspectiva.

  4. Recordemos que esto es antinómico a lo situado por Miller (2004) como discurso hipermoderno en el cual el goce ya no esta velado por el ideal sino que es el que comanda.

  5. Clínica de la no relación sexual, “Lacan con Mencio”, seminario dictado por J. C. Indart en la EOL, 2003. Notas de la autora

 

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Texto recebido em: 20/07/2007.

Aprovado em: 15/10/2007.